La especial situación geográfica y cultural de A. hace que, desde el punto de vista musical, tenga un gran interés, pues al tratarse de pueblos que se cuentan entre los más primitivos existentes en la actualidad, su música nos da una idea de lo que debió ser la concepción musical del hombre del Paleolítico superior, nivel que alcanza actualmente el aborigen australiano. Aunque por su aislamiento estas tribus han conservado una cultura poco evolutiva y muy homogénea, desde el punto de vista musical pueden distinguirse tres zonas: la de la isla de Melville y territorios limítrofes que tiene influencias indonesias, la de la región sudoeste influida por Malasia y con una música en regresión, y la de la la Tierra de Arnhem donde se mantiene aislada la cultura autóctona de A.
Desconociendo el nativo australiano la concepción artística de los pueblos más evolutivos, su sistema musical, como el resto de su arte, está regido por un simbolismo religioso que determina toda la funcionalidad de la música. No se puede hablar de una escala fija ni de intervalos determinados; en los cantos más primitivos se encuentran usos de tres notas separadas por tonos enteros, pero en otras regiones hay incluso escalas pentatónicas o heptatónicas, producto sin duda de la influencia de la música de Nueva Guinea. Como regla general, puede establecerse que los intervalos no se miden con una exactitud rigurosa y que igual ocurre con los metros y ritmos cuya observancia es también relativa. Los cantos tienen en su totalidad una finalidad mágica con respecto a los buenos o malos espíritus y el cantante se acompaña en ellos con algunos instrumentos. Estos cantos utilizan textos de no más de ocho palabras y lo más importante en ellos es el orden de colocación de tales palabras, que debe ser estrictamente reglado y respetado.
Desde el punto de vista del instrumental, emplean corrientemente para acompañamiento de la voz humana dos bastones de madera de gran capacidad sonora que se percuten rítmicamente a medida que se desarrolla el canto. Aunque el estado actual de los estudios sobre la música australiana no permite asegurar si existe relación entre los ritmos instrumentales y el canto al que acompañan, se cree comúnmente que son independientes. En la zona de Arnhem, los cantantes son acompañados por rudimentarias bocinas hechas con troncos vaciados que producen una especie de zumbido de sustentación. Escasean los tambores y el único propiamente australiano es uno de madera horadada que recibe el nombre de ubar. Este tamboril simboliza la voz de la madre de la tribu, que llama a ésta para que se reúna.
Los géneros musicales pertenecen siempre a la épica y tienen simbolismo totémico. Existen cantos de amor recitados coralmente por hombres y mujeres separados en dos grupos. También ceremonias rituales que pueden durar hasta una semana y que combinan el canto y la música instrumental con la danza. En las regiones de influencia indonesia se encuentran también cantos de tipo funerario. Por lo general, los textos mágicos que acompañan a la música suelen ser ininteligibles, bien por la extrema rapidez de emisión, bien por ser susurrados en voz baja. Ello tiene como fundamento el propio carácter mágico de la música que hace que el texto deba ser secreto.
Desde el punto de vista de la sociología musical, cada tribu posee su propio maestro de canto que se considera propietario de todos los cantos de la tribu, cuyos miembros no pueden ejecutarlos nunca sin su permiso. Se considera que estos cantos pertenecen al cantor por adquisición hereditaria. Aparte de estos cantores, no existe una verdadera profesionalización de la música, ya que su carácter sagrado y comunitario impide su utilización profana e individual fuera de las ceremonias muy definidas en que debe ser utilizada con o sin acompañamiento de la danza.
Desconociendo el nativo australiano la concepción artística de los pueblos más evolutivos, su sistema musical, como el resto de su arte, está regido por un simbolismo religioso que determina toda la funcionalidad de la música. No se puede hablar de una escala fija ni de intervalos determinados; en los cantos más primitivos se encuentran usos de tres notas separadas por tonos enteros, pero en otras regiones hay incluso escalas pentatónicas o heptatónicas, producto sin duda de la influencia de la música de Nueva Guinea. Como regla general, puede establecerse que los intervalos no se miden con una exactitud rigurosa y que igual ocurre con los metros y ritmos cuya observancia es también relativa. Los cantos tienen en su totalidad una finalidad mágica con respecto a los buenos o malos espíritus y el cantante se acompaña en ellos con algunos instrumentos. Estos cantos utilizan textos de no más de ocho palabras y lo más importante en ellos es el orden de colocación de tales palabras, que debe ser estrictamente reglado y respetado.
Desde el punto de vista del instrumental, emplean corrientemente para acompañamiento de la voz humana dos bastones de madera de gran capacidad sonora que se percuten rítmicamente a medida que se desarrolla el canto. Aunque el estado actual de los estudios sobre la música australiana no permite asegurar si existe relación entre los ritmos instrumentales y el canto al que acompañan, se cree comúnmente que son independientes. En la zona de Arnhem, los cantantes son acompañados por rudimentarias bocinas hechas con troncos vaciados que producen una especie de zumbido de sustentación. Escasean los tambores y el único propiamente australiano es uno de madera horadada que recibe el nombre de ubar. Este tamboril simboliza la voz de la madre de la tribu, que llama a ésta para que se reúna.
Los géneros musicales pertenecen siempre a la épica y tienen simbolismo totémico. Existen cantos de amor recitados coralmente por hombres y mujeres separados en dos grupos. También ceremonias rituales que pueden durar hasta una semana y que combinan el canto y la música instrumental con la danza. En las regiones de influencia indonesia se encuentran también cantos de tipo funerario. Por lo general, los textos mágicos que acompañan a la música suelen ser ininteligibles, bien por la extrema rapidez de emisión, bien por ser susurrados en voz baja. Ello tiene como fundamento el propio carácter mágico de la música que hace que el texto deba ser secreto.
Desde el punto de vista de la sociología musical, cada tribu posee su propio maestro de canto que se considera propietario de todos los cantos de la tribu, cuyos miembros no pueden ejecutarlos nunca sin su permiso. Se considera que estos cantos pertenecen al cantor por adquisición hereditaria. Aparte de estos cantores, no existe una verdadera profesionalización de la música, ya que su carácter sagrado y comunitario impide su utilización profana e individual fuera de las ceremonias muy definidas en que debe ser utilizada con o sin acompañamiento de la danza.
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